miércoles, 10 de septiembre de 2008

¿QUÉ ES MÁS SENSATO, SER ATEO O SER CREYENTE?


Por Ing° Mario A Olcese (Apologista)

“Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo sabré, cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay algo, si hay Alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo”. Blaise Pascal (1623-1662)

Es harto sabido por todos que para los científicos ateos la creencia en un Dios Creador que es Espíritu puro y Todopoderoso es meramente una idea de hombres medievales supersticiosos que están influenciados por sus llamadas Escrituras Sagradas o revelaciones divinas. Para los ateos Dios es simplemente un “recurso” de los religiosos para explicar lo que no pueden demostrar científicamente en el laboratorio.

Como cristianos somos desafiados todos los días por aquellos partidarios de la teoría de la evolución para hacernos desistir de nuestra fe en un Creador y diseñador inteligente que se presenta como Dios. Estos apologistas darwinianos sostienen ridículas teorías como que el hombre evolucionó de los monos hace algunos millones de años atrás, como si alguien pudiera haber vivido tanto tiempo como para poder haber sido testigo presencial de ese proceso. Así es de fácil es cómo los hombres de ciencia intentan "matar a Dios". Pero como ha dicho el escritor R. Froissard, "el cadáver de Dios todavía se mueve".

La oposición que manifiestan los científicos resulta imposible porque Dios se encuentra fuera de la influencia de la ciencia. Hace mucho tiempo que los filósofos expusieron que era absurdo probar tanto la existencia como la inexistencia de Dios. El fin de lo que conocemos como la ciencia consiste en descubrir las leyes que gobiernan los fenómenos conocidos: las leyes de la astronomía, de la física, de la química y de muchas otras disciplinas exactas. Pero la pregunta sigue siendo la misma: ¿quién ha determinado dichas leyes tan precisas? Estas manifiestan un orden existente y que no es posible explicar como mera casualidad. Se sabe que el desorden puede generarse como consecuencia del quebranto del orden, pero la ciencia ha demostrado que esto no puede suceder a la inversa.

El argumento corriente de muchos ateos y agnósticos es que un Dios perfecto no puede crear nada imperfecto, y lo que vemos en nuestro mundo es un caos total, y una humanidad al borde de su extinción total. Y es claro que es imposible encontrar siquiera un solo hombre que sea perfecto e inmaculado en todos sus caminos, reflejando el carácter de Su supuesto Creador. Así, con este simple razonamiento, los ateos afirman que Dios no puede existir porque un Dios perfecto no puede crear una humanidad imperfecta.

Es verdad que el planeta planeta tierra está lejos de ser un paraíso o un lugar de felicidad y de justicia ideales. Dios no puede ser el Creador de este desbarajuste, se afirma. Sin embargo, la Biblia cuenta que Dios no creó al hombre imperfecto, sino todo lo contrario, perfecto y bueno en gran manera. Lo que sucede es que ser un hombre perfecto no es igual a ser un hombre robotizado, incapaz de salirse de ciertos patrones preestablecidos. Un robot está programado para hacer ciertas cosas predeterminadas, y no tiene una voluntad propia como para cumplir o no cumplir las funciones para las cuales fue creado. Dios no se propuso crear hombres robots, sino criaturas pensantes y razonables a su servicio. Dios quiere criaturas que le amen de todo corazón, y para eso ellas deben tener juicio y voluntad propios para escoger entre el bien y el mal. Dice así la Biblia: “Y a este pueblo dirás: Así ha dicho Jehová: He aquí pongo delante de vosotros camino de vida y camino de muerte” (Jer. 21:8). Por lo visto Adán y Eva eligieron mal y terminaron muriendo. ¡Pero Dios tenía en mente rescatar al hombre de su condición caída desde ese mismo instante a través de la inmolación de Su Hijo Unigénito! (Apo. 13:8).

¿Por qué tanto Rechazo a Dios?

Aunque parezca simplista la respuesta, la razón parece ser el pecado, y el deseo de eludir un futuro castigo eterno a manos de un Dios personal debido a hechos cometidos que son claramente inmorales y condenables a la vista del Todopoderoso. Y es que muchos tienen una conciencia y una “ley natural” que los acusa cuando hacen cosas impropias (Rom 2:14-16). Los ateos no pueden escapar fácilmente a este complejo de culpa, salvo que sean sicópatas. ¿Y qué mejor forma de aliviar sus conciencias que negando al juez que los juzgará? En Salmos 14:1-4 leemos: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; No hay quien haga el bien. Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, Para ver si había algún entendido, Que buscara a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. ¿No tienen discernimiento todos los que hacen iniquidad”. Creo que estas palabras del salmista son muy elocuentes, ya que relacionan el ateísmo con las obras abominables, con la corrupción, y con la falta de discernimiento.

La necesidad de Dios en la sociedad

Si no hay Dios, entonces tampoco hay reglas divinas que cumplir, ni menos, premios o castigos por recibir en la “otra vida”. En este caso, es muy probable que tendremos en nuestro mundo más hombres sin reglas, sin moral, hombres que no verían como pecado el mentir, el robar, o el adulterar, por citar tres de los diez mandamientos. Ellos sencillamente verían estos hechos prohibidos como simples errores o debilidades humanas que no acarrean mayores repercusiones. Como resultado, muchos hombres podrían con más facilidad robarle a alguno algo, creyendo que si salen con la suya nadie los condenará. Pero si los hombres admitieran por un instante que Dios sí existe, entonces ellos tendrían que pensarlo dos veces antes de robarle a alguno algo, porque estarían conscientes de que aunque salieran airosos de su hurto, hay alguien más alto que ellos que lo ve todo y que ciertamente tomará medidas severas contra ellos en el día de las cuentas. Por eso Jesús nos advierte: “Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse” (Lucas 12:2). ¡Y esto sólo puede ser verdad si Dios existe!

También el aceptar la existencia de un Dios como el Supremo Juez y Justo Retribuyente tiene la ventaja de que nos hace tener más paciencia y resignación ante cualquier injusticia que se nos cometa. No viviremos con una imperiosa necesidad de venganza y de castigo, sino que pondremos toda nuestra confianza en el Creador para que Él, a su debido tiempo, haga brillar la luz de Su justicia. Por eso Pablo escribió: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:19). Sin duda la creencia en Dios apacigua al hombre y lo hace más manso y dócil, al disiparle cualquier odio o amargura que pudiera albergar en su corazón.

Dios es también nuestra esperanza de trascender esta vida temporal, pues Él es el que ha puesto el deseo de eternidad en el corazón de los hombres…” (Eclesiastés 3:11). Así que si todo hombre anhela la eterna juventud o la vida inmortal, sea creyente o ateo, porque así lo quiso Dios. Pero el hombre que opta por negar a Dios pone en colisión su deseo natural por la eternidad y su obstinada negativa por un Dios que es justamente la fuente de dicha vida perdurable. Está pugna angustiante no existe en un creyente serio y seguro de Dios.

La creencia en el Dios de la Biblia disipa el temor natural del hombre por el futuro incierto, porque el creyente entiende para qué fue puesto en este mundo, y por qué existe toda esta crisis mundial. También comprende que no todo está perdido y que la humanidad tiene esperanza de sobrevivir al presente caos. El ateo simplemente no sabe, no entiende, y vive angustiado y desesperanzado. Cuando el hombre pierde la esperanza, pierde el deseo de vivir, y es por esto que los suicidios son cosa de todos los días, hombres que han perdido la fe y la esperanza en Dios, en sus semejantes y en ellos mismos. Esto fue exactamente lo que pasó con Judas. Una vez que dio la espalda al Señor, su destino fatal quedó sellado. Con razón el salmista David escribió: “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días” (Salmos 23). Esta confianza de David difícilmente lo podrá tener el hombre que anda de espaldas a Dios. Pero como bien lo dice David, el creyente en Dios, el que confía en su Hacedor, no temerá por nada, sino que vivirá confiado y seguro a pesar de las vicisitudes de la vida.

Nosotros, los creyentes, podemos afirmar que Dios sí existe, y que Cristo fue la expresión Suprema del Dios eterno, que se dio a conocer al mundo a través de Su Hijo Unigénito. Jesucristo dijo: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14:3), y también dijo que sus palabras no eran suyas sino de Su Padre, quien le decía qué hablar. Gracias a Jesús, millones de hombres pudieron y pueden vivir una vida de éxito y de victoria. Por sus preceptos divinos se pudieron construir sociedades más justas y humanitarias. En cambio, en los países en dónde se dio la espalda a Dios, se estancaron económicamente y sus ciudadanos vivieron (…y aún viven) en pobreza, esclavitud, y marginación. ¿Se ha puesto usted a reflexionar por un instante qué hubiera ocurrido si Cristo no hubiera predicado su sermón del Monte? Este glorioso sermón encierra el todo de las relaciones interpersonales ideales.

Si por ventura nos hemos equivocado porque creímos en un Ser Supremo que llamamos Dios, sólo nos restaría decir, como lo dijo Blas Pascal: “Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo sabré, cuando me hunda en la nada eterna… pero si hay algo, si hay Alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo”. Así que prefiero ser creyente que ateo, pues si creí en lo que no existe, al morir nunca lo sabré; pero si lo que rechacé realmente existe, lo sabré con certeza cuando tenga que enfrentarme a mi juicio divino por mi necedad y falta de juicio.

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Hola soy luciano, vivo en la ciudad de General Alvear Mendoza y tengo 20 años de edad. Soy cristiano desde hace 2 años, me gusta leer la biblia y estudiarla, asisto a una iglesia evangelica, aunque no estoy de acuerdo con ellos en todos los puntos, a pesar de esto compartimos todos una fe en común, en Dios y en Cristo. Este blog esta hecho con la intencion de compartir con otros la esperanza cristiana y biblica sobre la vida eterna y el Reino de Dios, tambien es mi expectativa que mis hermanos en la fe sean bendecidos y puedan madurar como cristianos, ademas de estudiar y examinar con cuidado la sana doctrina y estudiar esos puntos en los cuales nos diferenciamos. La itencion es estudiar la bilbia y que todos puedan aprender de ella, sin sujetarnos a dogmas, sino examinar toda doctrina aceptando unicamente aquella que tenga una base solidamente biblica. Espero que todos los temas tratados sean de crecimientos tanto para mis hermanos en la fe,como para quienes no estan muy familiarizados con la fe cristiana. Que Dios nuestro creador le bendiga guiandole a toda verdad.

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